La vida me ha dado muchas sorpresas; algunas satisfactorias otras no tanto. Pero sin duda alguna, la sorpresa que más sinsabores y alguno que otro desencanto me ha dejado, es haber tenido dos hijas que al punto en el que estoy actualmente puedo decir sin temor a equivocarme y sin sentir ninguna culpa es que mis hijas “no sirven”.

En efecto, mis hijas no sirven… 

No sirven para quedarse calladas, porque mientras exista injusticia y desigualdad su voz resonará potente para hacerse escuchar y luchar por sus ideales y por las cosas en las que creen.

No sirven para quedarse sentadas, porque sin miedo se levantarán y se manifestarán contra lo que consideran incorrecto e injusto.

No sirven para estarse quietecitas, porque esta generación vive su vida de manera intensa persiguiendo sus sueños e ideales el día de hoy y no esperando al futuro.

No sirven para ser sumisas, porque su generación lucha y será capaz de cambiar el mundo buscando y logrando igualdad, respeto y reconocimiento.

No sirven para ser la mujer perfecta, porque su generación nos está enseñando el error tan grande en el que estábamos todos al seguir catalogando a la mujer por medidas y tallas.

No sirven para ser princesas, porque en un mundo donde no hay igualdad las princesas se vuelven guerreras para protestar y demostrarnos lo mucho que valen y lo mucho que las hemos ignorado.

En efecto amig@s, me he dado cuenta de que mis hijas no sirven; no sirven para continuar con un papel impuesto a base de humillaciones. De sometimiento y de un constante irrespeto hacia las mujeres que durante más de 2000 años han tenido que soportar. Qué curioso; antes de Cristo las Diosas eran respetadas y veneradas; después de Cristo, con la llegada de la Religión, la mujer (sea Diosa o no) es sometida, sobajada, humillada, ocultada, negada… y si acaso llegase a ser nombrada la base y la continuación de la religión, pues decimos que era prostituta y ya está.

Son más de 2,000 años que la mujer ha aguantado, se ha sometido, se ha humillado; que se ha vuelto sumisa y obediente, sin cuestionar, sin responder, sin reclamar, aunque en su interior luchen por hacerlo.

Mis hijas que no sirven me han dejado sinsabores, porque soy testigo de las batallas que tienen que pelear por ser escuchadas… Me han dejado desencantos, porque me doy cuenta de lo mucho que tendrán que seguir luchando y protestando para alcanzar igualdad y reconocimiento.

Hoy se que esta generación de mujeres guerreras deberá luchar por cambiar el mundo y u manera de pensar tan equivocada que nos ha sido impuesta durante milenios.

Hoy, esas mujeres que “no sirven” tienen mi más grande reconocimiento y de parte de mi genero que comulga con lo que creo, les ofrezco nuestras más sinceras disculpas.

Estoy orgulloso de mis hijas que no sirven.

Alberto Escamilla M.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.